Este fin de semana pasado, La Razón publicó una extensa nota sobre Álvaro Ruilova, nota realizada por Mabel Franco, periodista muy apegada al movimiento de historieta Boliviana.
Uno de los detalles que se menciona muy de pasada es que Álvaro va a publicar una historieta a partir del próximo mes en las páginas de dicho periódico. En palabras del mismo Álvaro, esta obra es lo mejor que ha producido hasta ahora, por lo cual debemos tener una expectativa enorme.
La nota en cuestión y el link de la nota original
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Creció en la avenida Buenos Aires de La Paz, a dos cuadras de la zona de Gran Poder.
Salías a comprar pan y te topabas con un moreno borracho botado en tu puerta. Así las cosas, la creatividad se te desarrolla… Mi trabajo, lo digo siempre, es la consecuencia de mi vida… Era inevitable hacer esto.
Álvaro Ruilova Ramírez, paceño de 30 años, es quien así habla. Con “esto” se refiere a la historieta en la que une su talento como artista plástico formado en la academia y su imaginación para escribir guiones. El resultado es lo que ya se conoce como obra de culto en Bolivia, Cuentos de cuculis (Noche de mercado y El partido de la oscuridad), y Primaria furiosa (1), cómic que ha lanzado como quien echa un bocado delicioso al comensal que, entonces, siente que se ha enviciado.
La presión de “para cuándo el próximo número” la siente el artista con frecuencia. Quien le conoce, no puede evitar la preguntita cada vez que se lo encuentra. “Para agosto”, dice ahora Ruilova refiriéndose al tercer número de los Cuculis, animado como está por la reciente edición española de sus dos primeros números en uno, a cargo de la empresa Glénat.
Ni me hablaron de Arquitectura, pues soy un bestia para matemáticas. Al final, como vieron que había desarrollado un buen nivel ya desde colegio, creo que pensaron que podría sostenerme con mis dibujos.
Esto requiere esfuerzo en un principio. Luego, si continúas, es satisfactorio. Lo que me queda claro es que con un conocimiento artístico académico, más uno o dos cursos de diseño gráfico o diagramación, estás listo para hacer cualquier cosa: en una imprenta, una página web, ilustración...
En un principio, Ruilova se imaginaba como un artista de caballete, que expone su obra en las galerías. Pero su camino era otro y comenzaría a vislumbrarlo al recibir, siendo estudiante todavía, la invitación de Susana Villegas y Edwin Álvarez para ser parte del suplemento semanal Bang, que se publicó por más de un año en el desaparecido periódico Presencia, de La Paz. Sus historietas recibieron muy buenos comentarios de los lectores, ya no sólo de su familia como hasta entonces, lo que le animó a profundizar en eso de imaginar historias y dibujarlas.
En mi casa había cómics, como La pequeña Lulú, Ricky Ricón, Gasparín, nada del otro mundo. Pero sí me encantaba la narrativa del género. Ya en los cursos libres descubrí que las historietas, si las tomas en serio, pueden ser tan artísticas como los cuadros de pintores en galería. Hay dibujantes del género que están a la altura de Leonardo o de Miguel Angel; eximios. Uno piensa que el cómic es Condorito o algún monito; pero hay un montón de géneros.
No es que Ruilova haya dejado los cuadros. De vez en cuando vuelve a ellos. De hecho, apenas se lo propuso, ganó el concurso de Dibujo ‘Fernando Montes Peñaranda 2010’, con una obra de extraordinario realismo, Rubén. Y asimismo, con la historieta El duelo obtuvo el premio AXS al Libro Digital. Algo así como obtener siete en todas las materias.
La edición española de la obra de Ruilova, que se vende en ese mercado a un precio de 13,95 euros, ha hecho finalmente justicia a la obra, a las viñetas trabajadas una por una, como acuarelas para una exposición. Las impresiones bolivianas —hoy agotadas— habían sufrido, sobre todo el primer número, problemas que restaron nitidez, pese a lo cual bastaron para atraer la atención del español que luego recomendó la edición en Europa.
Creo que el imaginario boliviano está inexplorado. Me encanta la mitología andina, los monstruos. Así que pensé en usar esa clase de estética con la idea, además, de que si vas a hacer historieta boliviana, no puedes retratar superhéroes como los del cómic estadounidense o el manga japonés. Si el lector busca esto, ya tiene dónde buscarlo. Si lo que desea es verse a sí mismo, reconocerse en los rostros y creencias propios, ahí está lo que yo le ofrezco. Estoy convencido además de que cualquiera, propio o extraño, puede sentirse fascinado con un trabajo de esta naturaleza. Pensé en lograr así un atractivo internacional y creo que no me equivoqué.
Álvaro Ruilova, de quien se admira la capacidad para narrar, con una economía de palabras, con la elección precisa de éstas, admite que como escritor le iría muy mal. Dos o tres líneas es lo máximo para él, justo para contraponer el texto a las imágenes de sus historietas.
Intenté escribir, pero soy el típico novato que usa lo más rebuscado para dar a entender que tiene cierto vocabulario. Lo mío es lo gráfico y si no lo usara sería un desperdicio.
El artista se dice feliz con lo que le está pasando y que se traduce en su libro editado fuera, el primero de un historietista boliviano para un mercado exigente como es el europeo.
Es genial descubrir que atraes atención. Yo hago terror, pero no busco atemorizar a la gente con monstruos. Lo mío es historieta fantástica con monstruos. Es decir, no hago ‘El exorcista’ sino los ‘Gremlins’; pero hay personas que me han dicho que se asustan. Es divertido. También están quienes valoran el lenguaje coloquial, otros la estética de los personajes... O todo junto. Yo me siento contento, pues lo que hago es para mis amigos, mis vecinos, para mí mismo. Hago lo que siempre quise tener como lector y no lo encontraba. Eso nomás es.
Ruilova puede pintar y dibujar como un maestro, pero su letra, dice, es horrenda, así que su hermana mayor, Alejandra, es quien le ayuda a descifrar los textos para que sean legibles a la hora de llegar al editor. Sus padres, Pola Ramírez Bustamante y Oswaldo Ruilova Zegarra, tanto como su abuela, no hacen sino alentarlo. El público nacional que lo conoce quiere leerle más, se lo exige.
Todo está bien y, pese a ello, sigo siendo un escéptico respecto a mi trabajo.
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